En la muy famosa Via Veneto de la capital italiana está el no menos famoso Café de París. Es el punto obligado de los intelectuales, de los artistas, en fin de todos los que quieren acceder al contacto directo con los que, en cierta medida, son los protagonistas de la época.
Mi buen amigo Alberto Cognini me dio una carta para Albaro Zerboni, reputado editor romano, admirador de los humoristas, historietas y dibujantes argentinos, que vendrá a la Bienal Internacional del Humor y la Historieta a realizarse en nuestra ciudad a partir del 25 de mayo.
Diario "LOS PRINCIPIOS DE CÓRDOBA" 1978 |
No podría ser de otra manera, la cita era a las 18 hs. en el Café de París. Saludos y Albaro me cuenta de su emoción por volver a argentina después de muchos años que conoció en la bienal de Lucca a muchos artistas nuestros, etc. De pronto me dice:
- Mira disimuladamente a tu izquierda.
Miro y como quien no quiere la cosa, sigo conversando y preguntándole por los nuestros que comienzan a editar sus libros en Italia. Le pido que me hable de ese museo sin techo que es Roma. Pero no hay caso, está distraído y me insiste.
- Mira a tu izquierda. ¿No conoces a ese señor?
Más por cortesía que por razón, giro mi cabeza hacia la izquierda y casi con displicencia le contesto.
- No. se parece a Mastroianni.
Albaro, sorprendido, me responde.
-Es Marcello Mastroianni.
No podía creerlo. No podía ser que a escasos centímetros, en la otra mesa del Café de París, estuviera el protagonista de tantas películas, uno de los hombres más famosos y respetados del mundo.
Lamentablemente no llevaba mi pequeño grabador y no podía registrar la voz de Mastroianni. Igualmente nos acercamos, intente una entrevista posterior. Con mucha amabilidad y cortesía me comentó que de no ser allí, no podía concedérmela, por cuanto viajaba el día siguiente a Cortina D'Ampezzo en busca de la nieve. Busque un fotógrafo. No había. Y los "paparazzi" romanos. Puro cuento. De ahí en más no me separé del grabador y de la máquina fotográfica. Ya no me sorprendería encontrarme en una góndola veneciana con Roger Moore, en las calles parisinas con Gilbert Bacaud o en la Gran Vía Madrileña con Manuel Benitez. Después de todo, es natural que ocurra, ellos viven allí. ¿O acaso nunca te cruzaste alguna tarde por Florida con Jorge Luis Borges?
Fue una experiencia única. En todos mis años, habiendo pasado el primer día del año en diversos lugares, nunca viví esa emoción. Había que ir a la Puerta del Sol, en clavada en el viejo Madrid, muy cerca de la Plaza Mayor, es una especie de rotonda donde convergen hasta seis calles. Tiene una torre no muy alta con un vetusto y hermoso reloj. El ritual indica que los madrileños y los turistas deben espera el nuevo año en ese lugar. Vendedores ambulantes agotaban la existencia de sidra y uvas. La Radio y Televisión Española coloca actualmente una cámara en lo más alto de la torre, y otra frente al reloj, para trasmitir a la red de Eurovisión esta simpática ceremonia. Es un carnaval. Sin exageraciones unas 100 mil personas esperaban las campanadas del reloj. La tradición dice que tras cada campanada se deberá comer una uva y expresar en voz alta un deseo. De allí que únicamente se venden doce uvas en pequeñas bolsitas de polietileno. Debe ser una de las pocas noches que los madrileños no duermen. Y hay canciones y bailes; una manera de demostra la esperanzada alegría por un nuevo año.
"Los Principios de Córdoba"
Córdoba, Argentina.1978
Por Percy Llanos
No hay comentarios:
Publicar un comentario